martes, noviembre 04, 2008

Precoz para llegar y para irse


Bruno López compitió con 20 años en Barcelona-92 y se retiró con 23La decepción olímpica y el caos federativo precipitaron su marcha


Barcelona-92 debería haber sido la primera de una larga relación de Bruno López con el olimpismo, pero al final resultó ser un visto y no visto. Él y sus compañeros del cuatro scull llegaron muy jóvenes a la cita y, además, se sintieron compitiendo en inferioridad de condiciones. Tantos meses de sacrificio para un décimo puesto. Eso y el descontrol federativo en el remo fueron minando la moral del castropolense, que dos años después dio un portazo casi sin avisar. En la foto, López en la actualidad, con unos remos y la ría del Eo a su espalda.


Bruno López era uno de los 24 remeros españoles que iniciaron tres años antes de la competición una carrera por estar en el cuatro scull de Barcelona-92. El objetivo era muy apetitoso, pero obligaba a un esfuerzo que muy pocos veinteañeros, como él, estaban dispuestos a realizar. Ni siquiera las apetecibles becas ADO eran por sí mismas estímulo suficiente: «Si hubiese sido por dinero, lo habría dejado mucho antes. El problema es que estábamos siempre concentrados, no teníamos tiempo ni para gastar. Era muy duro para un chaval».


A él por lo menos le mereció la pena, como a José Manuel Bermúdez, Melquiades Verduras y el también asturiano José Antonio Rodríguez, Antón, que formaron la embarcación olímpica. «Aseguramos la clasificación el último año. Hubiese sido una decepción no estar». Durante mucho tiempo, la residencia de Bruno y de sus compañeros estuvo en cualquier sitio menos en sus casas. El equipo olímpico español de remo tuvo como lugares de concentración Bañolas, Ribadavia y Sevilla. «Estábamos más de un mes fuera y, como mucho, veníamos cuatro o cinco días. Era como si nos tocara la lotería».


Como tantas otras federaciones, la de remo contrató a un entrenador extranjero, un ruso de cuyo nombre Bruno ni siquiera se acuerda: «Nos hacía trabajar mucho, sobre todo en pretemporada, pero el mayor problema era que no tenía un criterio definido». Pese a algunos fallos, la preparación fue tan concienzuda que el cuatro scull español se presentó en los Juegos con aspiraciones. Pronto se dieron de frente con la dura realidad. «Pasamos la primera eliminatoria, pero ya vimos que había muchos que andaban más que nosotros», recuerda


El décimo puesto final les dejó un regusto agridulce y muchas sospechas. «Éramos un equipo limpio ciento por ciento», explica Bruno, dando a entender que muchos de sus rivales iban con «gasolina» extra: «Aparte de algunos países del Este, nos extrañó mucho lo que hicieron los suizos. Los habíamos ganado en todas las regatas preolímpicas y en Barcelona no pudimos hacer nada con ellos». Su conclusión, tantos años después, es que «hicimos lo que pudimos. En las fotos de después de la regata estamos un poco tristes. Sabíamos que no estábamos para medalla, pero sí para pelear por el diploma».


Ya que la competición propiamente dicha no fue muy allá, los mejores recuerdos olímpicos de Bruno López tienen que ver sobre todo con la ceremonia de inauguración. «Fue lo mejor de los Juegos. Fuimos en autobús desde Bañolas, a una hora de la Villa Olímpica. Estuvimos esperando mucho tiempo, con el resto de los deportistas, pero mereció la pena la entrada al estadio y la vuelta por la pista de atletismo». Se acuerda de codearse con las figuras del equipo de atletismo de Estados Unidos y, sobre todo, «de las chicas, impresionantes», dice con un guiño de complicidad.


Aunque le gustaba el ambiente olímpico, el 4 de agosto, al día siguiente de disputar la final B, Bruno López puso rumbo a Asturias. «Era un crío y la última concentración había sido muy larga. Quería resarcirme». Ya en casa, entre fiesta y fiesta, Bruno aún pudo seguir de reojo los Juegos, sobre todo los dos deportes que más le gustaban, el atletismo y el baloncesto.


En aquel momento no podía ni imaginar que, con 20 años, Barcelona-92 iba a ser principio y final de todo. Aquel cuatro scull podría haber llegado en condiciones de hacer algo importante a Atlanta, pero Bruno tiró la toalla mucho antes. «Estaba motivado y con ganas de seguir adelante, pero fue imposible. Estuve en el equipo nacional un año más, pero no tenía confianza en la gente que me entrenaba. Tampoco estaba de acuerdo con la directiva de la Federación. Ellos se lo guisaban y ellos se lo comían».


Para él y sus compañeros fue determinante la decepción que supuso la gestión de Fernando Climent, el medallista olímpico que llegó a la presidencia de la Federación Española con el apoyo de la mayoría de los remeros. «Estábamos muy quemados con el anterior presidente, Vaqueriza, y fuimos todos a una. Creíamos que con Climent iban a cambiar las cosas y luego resultó un desastre».


Con aquel panorama y la perspectiva de otro período de sacrificios, Bruno López cortó por lo sano casi de un día para otro. «En 1994 estaba en Ribadavia y en mitad de la concentración dije que me iba. Yo fui el primero, pero después se marcharon otros». A diferencia de otros deportistas, aquello fue definitivo: «Estuve una temporada totalmente desubicado, supertriste. Para mí el remo suponía muchísimo, era lo que más me gustaba. Pero nunca me planteé volver para remar por remar».


Bruno López Martínez

Nació el 6 de septiembre de 1971 en Villadún (Castropol).


Empezó a practicar el remo con 14 años en Barres, con el Club de Mar de Castropol. En 1989 entró a formar parte del equipo nacional y se clasificó para los Juegos Olímpicos de Barcelona-92 en el cuatro scull con José Antonio Rodríguez, Melquiades Verduras y José Manuel Bermúdez García. Se clasificaron para la final B, en la que ocuparon el cuarto puesto, y finalizaron décimos. Se retiró en 1995, cuando pertenecía al Club Remeros del Eo de Vegadeo.